sábado, 22 de diciembre de 2007

LA HISTORIA

Los abundantes restos de industria lítica achelense hallados en los valles de los ríos madrileños -Tajo, Henares, Jarama, Manzanares- confirman la presencia de población nómada en nuestra Comunidad desde unos trescientos mil años. En el caso particular de Ciempozuelos, y avanzando ya hasta la Edad del Bronce, en 1894 se encontraron restos humanos y vasijas, procedentes de una necrópolis, al efectuar obras de terraplenado en la actual Carretera M-307, frente al Cerro Castillejo. Las cinco tumbas existentes -todas excavadas en tierra, excepto una tallada en piedra- no permiten asociar el enterramiento a un núcleo concreto de habitación, pero la cerámica, que formaba parte del ajuar funerario, presenta unas características que la hacen especialmente singular: se trata de vasos, cazuelas y cuencos realizados en arcilla negra o roja, pulimentados con una capa de barro más fino, que se decoran con técnica incisa dibujando motivos geométricos rellenos de pasta blanca. El conjunto ha dado nombre a un tipo especial de cerámica -el vaso campaniforme de Ciempozuelos- fechable en el Bronce Inicial, entre 1970 y 1470 a.C., y presente en otros yacimientos madrileños. Además, completando el ajuar, se encontraron punzones de sección cuadrada y puntas de flecha de cobre. También pertenecen a la Edad de Bronce los restos de industria lítica -sobre todo hojas de cuchillo- y cerámica muy basta localizados en el paraje del llamado La Palomera, al sur del territorio y junto al cerro del mismo nombre. Como el territorio ha sido un poco prospectado, todo hace pensar que un estudio arqueológico más completo sacaría a la luz un gran número de yacimientos, seguramente de gran interés, puesto que actualmente están representados en el término municipal desde la Edad del Bronce hasta el Medievo. Respecto al primer núcleo más o menos estable de población, algunas fuentes apuntan a la posible fundación de Ciempozuelos en el año 180 a.C., ya bajo la dominación romana. Los colonizadores serían oriundos de la ciudad de Puzol y de la isla de Ischia, en el golfo de Nápoles, y la localidad recibió el nombre de Ischadia -en griego “áridos higuerales”- por la abundancia de este frutal en la zona.

En cualquier caso, son abundantes los restos romanos en toda la comarca y en el término de Ciempozuelos hay dos yacimientos inventariados: el llamado Cerro de las Tejas o Vedado de las Monjas y el monumento encontrado en el río Jarama. El primero se halla en el SE del territorio, junto a la Vereda de las Cárceles, y en él se encontraron cerámica -terra sigillata, pintada y común-, resto de mármol, un fuste y una basa de granito, y un sarcófago del mismo material, pertenecientes a un posible tell muy aplanado por los cultivos.

En cuanto al monumento romano -incoado BIC (Bien de Interés Cultural) por resolución de 8-7-1987 (BOE 9-9-87)-, los 33 sillares de piedra caliza extraídos del Jarama pertenecen a un gran edificio del que no se conocen su función ni las características exactas (podría ser un arco triunfal), pero que, por las fechas en las que es datable -entre finales del siglo I y mediados del II d.C.-, constituye el resto más antiguo de la romanización en la Comunidad de Madrid. Las piezas rescatadas son 3 sillares de moldura decorada (uno de esquina), 4 de un friso liso con inscripción incompleta, 1 de cornisa denticular, 4 dovelas cuya curvatura permite deducir que el arco o arcos que formaban tenía un diámetro de 2,40 m., 2 salmeres, 1 moldura de imposta, 6 sillares con forma para asiento de dovelas y otros 12 restantes, quizás alguno de ático. La inscripción del friso, en letra capital cuadrada, reza:


SEX * PRISCO* FILIO (...)
F QVIR SEVERVS NEPO (...)
(ecerunt o posuerunt?) EIDEM (Q)
VE DEDICARVNT

y por sus dimensiones se puede deducir que completo ocuparía un frente de unos 9 metros. En ella, dos personajes, abuelo y padre, de los que sólo se conoce el “cognomen” del segundo, Severo, y su pertenencia a la tribu Quirina, dedican el monumento a Sexto Prisco, nieto e hijo de ambos. Tras la caída del reino visigodo
-algunas fuentes especifican que nuestro pueblo fue cercado y destruido por los árabes en el año 714-, será Alfonso VI quién, una vez conquistado Toledo en 1085, repueble la zona, y entre otras localidades, Ciempozuelos. Un siglo después, en documento fechado el 25 de marzo de 1190, Alfonso VIII cede a la Comunidad de Ciudad y Tierra de Segovia un total de 19 aldeas -el futuro sexmo de Valdemoro- enclavadas entre los ríos Tajuña y Henares; entre ellas no está Ciempozuelos, puesto que, al parecer, era segoviana desde hace tiempo atrás. En cualquier caso, lo cierto es que pasó a formar parte del citado sexmo, uno de los trece que constituían la Comunidad de Segovia y que se caracterizaba por formar un coto continuo, pero aislado geográficamente del resto del territorio segoviano.

La política expansionista de los segovianos hizo que las desavenencias con el concejo madrileño acerca de los límites jurisdiccionales de los sexmos fuesen frecuentes. Prueba de ello es el privilegio de amojonamiento, fechado en San Esteban de Gormaz el 29 de junio de 1239, en el que Fernando III define los límites del sexmo de Valdemoro mediante 42 mojones que separaban Palomero, Pozuelo, Pinto, Covanobles, Torre de Aventrespín y Cuelgamuros -aldeas de Madrid-, de Seseña, Espartinas, Valdemoro, Gózquez, Santisteban y Albende, pertenecientes a Segovia.

Espartinas, también llamado San Juan de las Salinas de Espartinas, y situado a unos 4 Km. al sur de Ciempozuelos, junto a la Carretera M-307, era, pues, uno de los enclaves medievales del sexmo, que dentro del actual término municipal poseía otras dos aldeas también desaparecidas: el Casar de San Antón, en el NE y de origen tardomedieval, y el Soto Gutiérrez, que bien pudiera ser una alquería de la misma época o incluso de la Edad Moderna y se localiza en el mismo vértice nororiental, pero más cercano al río Jarama. Espartinas, El Casar y Ciempozuelos-Las Chozas (el primero denominado “Siete Pozuelos”, derivado del latín “sedes, sieds”, lugar, asiento) eran, además, tres de las cuadrillas en que se dividió la vega del Jarama, según consta en el Ordenamiento de 1302 que pretendió, sin mucho éxito, fortalecer la repoblación de la Transierra. Quizás por esta razón no volveremos a tener referencias de nuestro pueblo hasta 1427, fecha en la que el Arzobispado de Toledo ordena la inspección de todas las iglesias del Arcedianato de Madrid. El visitador menciona los templos de Siete Pozuelos y El Casar e indica al respecto: “estas iglesias son yermas, sin parroquianos, ni ornamentos, ni clérigo presente”, dato que demuestra claramente que las citadas localidades estaban deshabitadas en dicha época. Por ello, años más tarde, reinando todavía Juan II, Segovia va a solicitar de nuevo autorización para repoblar las aldeas de su partido.


El privilegio, concedido por el monarca en Bayona (hoy Titulcia) en 1442 y confirmado por Enrique IV en Valladolid en 1457, implicaba a un vecino de la ciudad de Segovia, Don Juan Fernández de Piña, que se comprometía a repoblar Ciempozuelos y otras tres localidades de la ribera del Jarama -San Martín de la Vega, Vallequillas y El Casar- con 150 vecinos en cada una de ellas en un plazo de dos años. Los nuevos habitantes eran originarios de la Tierra de Segovia -en Ciempozuelos se instaló el propio Piña- y, aunque las dos últimas aldeas se despoblaron pronto y los conflictos jurisdiccionales con Valdemoro fueron frecuentes (este concejo vio reducido notablemente su término), nuestro pueblo quedó de nuevo fundado en su actual asentamiento. Entre las actividades económicas -básicamente agricultura y ganadería- destacaba ya la explotación de las Salinas de Espartinas, propiedad real acerca de la cual existen numerosas provisiones dictadas durante el reinado de los Reyes Católicos, Juana I y Carlos I que regulaban su aprovechamiento.

Unos años más tarde de la repoblación de Ciempozuelos, en 1480, se va a producir un hecho de gran trascendencia para la historia local: los Reyes Católicos, con el fin de premiar la fidelidad de sus súbditos más leales, conceden el Señorío de Chinchón a los marqueses de Moya, Don Andrés Cabrera y Dña. Beatriz de Bobadilla, y para ello segregaron de Segovia 1.200 vasallos incluidos en la totalidad del sexmo de Valdemoro y parte del de Casarrubios. Ciempozuelos pasó a ser villa exenta, con propia y ordinaria jurisdicción, pero perteneciente al mayorazgo que poco después, en 1496, fundan los Moya vinculándolo a su tercer hijo, Fernando Cabrera Bobadilla. Éste fue nombrado Conde de Chinchón por Carlos I en 1520 y, a pesar del pleito interpuesto por el Concejo de Segovia que no se solucionó hasta 1592, los dominios objeto de litigio -entre ellos nuestra localidad- quedaron bajo su propiedad, mediante el pago a los segovianos de una serie de compensaciones.


No son muchos los datos existentes sobre Ciempozuelos durante los siglos XVI y XVII, por lo que tendremos que esperar hasta la aparición de los censos y catastros de la Ilustración para tener una visión más completa de la realidad del municipio. La estructura urbana era la habitual en los poblados agrícolas, configurándose inicialmente el núcleo a lo largo de dos caminos: uno principal de Navalcarnero a Titulcia, que, en dirección NO-SE, discurría por el actual trazado de las calles Jerónimo del Moral, Pilar y Peñuelas, y otro secundario con orientación N-S, que coincide con la calle Reina Victoria. Entre esta última vía, Jerónimo del Moral y, como límite sur, el eje definido por las calles Doctor Rivas-Capitán de Oro Pulido (antiguo Camino de Chichón) se extendió el caserío, celebrándose los primeros mercados en un amplio espacio libre, sin acotar y exterior al casco urbano, emplazado en lo que hoy en día es la plaza Mayor.

El posterior crecimiento, ya bajo el señorío de los Condes de Chichón, se realizó hacia el mediodía, llegando las nuevas manzanas hasta la calle de la Virgen, que conducía por el este al camino de Cantarranas, de manera que se formó un tejido urbano más o menos compacto, pero irregular y algo tortuoso, en el que el único vacío lo constituían la ya citada plaza Mayor y su continuación por el SE en las actuales plaza de Ventura Rodríguez y parque del Pilar. En la primera mitad del siglo XVI se construyó la manzana sur de la plaza Mayor, regularizándose así su traza, y años después quedó delimitado el espacio restante al levantarse la iglesia parroquial de Santa María Magdalena con su cementerio contiguo, que ocupaba el parque del Pilar. De esta forma se configuraron las dos plazas que articulan el casco urbano de Ciempozuelos: la Mayor o de la Constitución, muy irregular y llamada inicialmente plaza de la Iglesia.

El pueblo, por otra parte, gozaba de una situación geográfica estratégica y en el Repertorio de Caminos de Juan de Villuga, de 1546, aparece citado como parte de dos itinerarios diferentes: uno que conducía de Valencia a Salamanca -para ello se separaba de la actual Carretera en Fuentidueña de Tajo tomando rumbo a Chinchón, Titulcia, Ciempozuelos, Valdemoro, etc.-, y otro que desde Toledo llegaba a Alcalá de Henares, pasando por Borox, Seseña, el propio Ciempozuelos, San Martín de la Vega y Loeches.

Un acontecimiento histórico de cierta relevancia para la localidad fue la Revolución Comunera de 1520, durante la cual los vecinos se sublevaron contra el conde de Chinchón, siendo reducidos por D. Juan Arias Dávila, señor de Torrejón de Velasco y primer conde de Puñonrostro. Como los daños producidos en los castillos de Chichón y Odón, propiedad del conde, fueron cuantiosos, Ciempozuelos se vio obligado a pagar una fuerte multa de 500.000 maravedíes.

Años más tarde, reinando ya Felipe II, se van a iniciar los primeros estudios sobre el posible trazado de un canal o acequia que, partiendo del Jarama, permitiese el riego de las tierras situadas en la vega, facilitando de esta manera un rápido desarrollo económico de la región. Personajes tan relevantes en la época como Juanelo Turriano emitieron informes acerca de la viabilidad de la empresa, aunque tendremos que esperar a la publicación de una Real Cédula de 22 de julio de 1578 para conocer que el plan sólo contemplaba la construcción de un pequeño canal de unos 2,5 Km. en el que, según aventuran algunas fuentes, participó Juan de Herrera diseñando las primeras presas de toma. Sin embargo, y a pesar de que pronto tuvo el proyecto un enfoque más ambicioso, los numerosos problemas técnicos y administrativos hicieron que las obras no avanzasen al ritmo deseado -al parecer durante el reinado de Felipe II no se ejecutó realmente ningún tramo-, de manera que las primeras nivelaciones no comenzaron hasta la llegada al trono de Felipe IV.

Ya con Carlos II se dan las disposiciones para continuar los trabajos y así, en escritura otorgada en Madrid el 28 de junio de 1679, se constata que los vecinos de Ciempozuelos debían pagar trece reales y medio por cada fanega de tierra que pudiera ser regada por la acequia. Al año siguiente el rey manda nivelar de nuevo todo el cauce ya ejecutado y, bajo la dirección del maestro mayor de obras D. Francisco Muñoz, se excava la caja del canal -con tepes de tierra sobre suelo natural- hasta la Vereda de Matalobos; en este enclave un gran sumidero detuvo las obras, pero, con grandes esfuerzos, se logró hacer pasar el agua y en 1699 ya podían regarse en la jurisdicción de Ciempozuelos unas 185 ha. Para ello, la villa, en documento fechado el 2 de abril del mismo año, se comprometía a abonar al monarca y a los fondos del caz la misma cuota que antes había pagado la localidad toledana de Añover, pero sólo durante dos años que se contabilizarían a partir del mes de septiembre, de manera que por cada una de las 412 fanegas regadas se pagarían cinco reales.

Tras sucesivas interrupciones e intentos de abrir un cauce nuevo, Felipe V dicta el 31 de mayo de 1738 una Instrucción y Reglamento para continuar los trabajos y, por orden de 26 agosto, se solicitan informes relativos al estado de la acequia; en éstos se notifica que se habían ejecutado 11.800 varas (9.864,8 m.) correspondientes al tramo inicial desde la presa hasta el arroyo de Matalobos, y se habían excavado otras 6.200 varas (5.183,9 m.) a lo largo del término de Ciempozuelos. Para rehabilitar el canal es nombrado director de las obras el ingeniero Sebastián Feringán Cortés, que elabora un proyecto similar en su trazado al existente, estableciendo un sistema complementario de acequias que desaguaban unas en otras y aprovechaban mejor el agua sobrante, permitiendo así una mayor extensión regada. En 1740 se dictan un nuevo reglamento y ordenanzas, nombrando nuevo personal -esta vez independiente del que trabajaba en el Alcázar de Madrid- a la vez que se definen los límites con el Real Sitio de Aranjuez.

El canal vuelve a entrar en servicio en diciembre de 1741, pero de nuevo aparecieron numerosos sumideros -sobre todo entre San Martín de la Vega y Ciempozuelos- que lo inutilizaron (al parecer Feringán gastó en su reparación 800.000 reales, aproximadamente un 10% del coste de la obra previamente ejecutada por él mismo). A pesar de ello, en 1749, bajo el reinado de Fernando VI, retoma el proyecto el ingeniero Carlos de Witte, que, entre otras obras, abre dos cauces alternativos para evitar los sumideros: las acequias de Serrano y de la Media Luna. La primera nace del desaguador de Matalobos y finaliza a la altura de la Vereda de las Cárceles, la segunda tiene su inicio entre los Km. 19 y 20, y con algo más de 13 Km. de longitud discurre entre el canal y el río Jarama. De esta forma se permitió el funcionamiento completo de la acequia durante algo más de un año, puesto que, pasado dicho tiempo, volvieron a formarse nuevos sumideros en Ciempozuelos y Seseña; en este último término, por falta de recursos económicos, no fueron reparados. Como consecuencia de ello se determinó conservar únicamente el riego hasta la vega de Ciempozuelos, al tiempo que la acequia de la Media Luna llevaba las aguas hasta tierra de Seseña; el resto, a partir de la Vereda de las Cárceles, quedó fuera de servicio, pese a que reinando ya Carlos IV se sustituyó la tierra de los sumideros por otra de mejor calidad compactada con pisones.

Desde el punto de vista administrativo Ciempozuelos seguía formando parte del condado de Chinchón, hecho que no fue obstáculo para que, durante todo el siglo XVI, se reprodujeran los antiguos conflictos jurisdiccionales con Valdemoro; así, se nombraron de común acuerdo árbitros que dictaron una primera sentencia -firmada por ambas partes el 18 de diciembre de 1508 en la desaparecida ermita de Santiago, limítrofe entre las dos villas aunque perteneciente a Valdemoro-, que no dejó satisfechas a ninguna de las localidades. Por ello iniciaron un nuevo pleito en 1550, zanjado temporalmente en 1569 tras varias sentencias y apelaciones ante la Real Chancillería de Valladolid, hasta que esta misma institución falló en 1588 a favor del conde de Chichón. Como consecuencia de ello, el marqués de Muñón, señor de Valdemoro, volvió a apelar ante la Chancillería, finalizando esta larga sucesión de pleitos con la sentencia, favorable al duque de Lerma para Valdemoro, dictada el 15 de julio de 1603. De esta manera quedaron señalados definitivamente los linderos entre los dos municipios.

En cuanto a la demografía, los primeros datos que tenemos nos los proporcionan los censos de 1530 y 1591, que arrojan cifras muy dispares: 484 y 873 vecinos respectivamente. El Catastro del marqués de la Ensenada, fechado en 1752, da una población -en la que incluye 76 viudas y solteras- de 428 vecinos y especifica que sólo uno de ellos vive en el Soto Gutiérrez, mientras que el Censo del conde de Aranda, realizado entre 1768-69, contabiliza ya 1949 habitantes. Aunque al analizar estos datos deduzcamos que las malas condiciones higiénico-sanitarias y las epidemias eran, en buena parte, responsables del estancamiento demográfico de Ciempozuelos, la Descripción Lorenzana, unos años posterior al Catastro, desmiente dicha hipótesis e indica textualmente: “la situación de esta villa es bastante saludable, sin experimentarse en ella contagio particular más que algunas tercianas”, habiendo aumentado por ello la población hasta los 500 vecinos.

Los datos referentes a actividades económicas nos revelan que agricultura y ganadería eran las ocupaciones fundamentales entre los habitantes de Ciempozuelos. Por el mismo Catastro sabemos que en el secano se cultivaban cereales (trigo, cebada, centeno y avena), viñas y olivos, mientras que en la vega, cuyas tierras “se regarán concluida la obra de la Real Acequia”, la producción consistía en hortalizas, melones, frutales -sobre todo granadas e higueras (las brevas negras, de excelente calidad, se vendían en la Corte según consta en la Descripción Lorenzana)- y, de nuevo, olivos. La ganadería, no tan importante, contaba con cabañas de lanar, caballar, boyal y de cerda, existiendo zonas de pastos y tres sotos -de la Peña de San Juan, del Parral y Gutiérrez- con abundantes álamos y chopos.


En cuanto a la industria, el Catastro registra en Ciempozuelos cinco molinos aceiteros (tres de ellos pertenecientes a presbíteros que obtenían algunos beneficios con su explotación), dos tenerías donde se curtían pieles, un pozo de nieve propiedad del marqués de Arcia, una jabonería sin uso y las conocidas Salinas de Espartinas, propiedad real que se cedía en arrendamiento a particulares y suministraba sal a la provincias del Reino de Toledo. El caserío lo formaban, de acuerdo con los datos del Catastro de Ensenada, 484 casas -todas habitables y 75 de ellas altas-, cuyos propietarios no pagaban tributo alguno por el asentamiento en el terreno. Labradores y jornaleros formaban el grueso de la población activa, pero existían muchas otras profesiones: en el pueblo prestaban sus servicios un médico, un cirujano y dos barberos sangradores, otros dos boticarios, un maestro y un preceptor de gramática, un buen número de arrieros, siete pastores, un agrimensor, un tabernero y cuatro mesoneros, un tablajero (carnicero) y un obligado de carnes (encargado de su abastecimiento), un abacero (vendedor de aceite, vinagre y legumbres), cinco tenderos, once panaderos -como dato curioso merece la pena reseñar que desde 1606 hasta 1739 Ciempozuelos estuvo obligado a contribuir al abastecimiento de la Corte con cien fanegas de pan cocido-, un chocolatero y un confitero, dos yeseros, cuatro albañiles, dos ministros de vara que impartían justicia, un barquero en el río Jarama a la altura de Bayona (Titulcia) y un administrador del tabaco.

Además, en la Real Acequia del Jarama trabajaban un guarda y un peón encargado de su mantenimiento, mientras que la lista de artesanos era exhaustiva: tres tejedores de lienzos, un sastre, un campanero, un tallista, un maestro zapatero, un herrador, dos curtidores, un carpintero, dos carreteros, un estambrero que trabaja la lana, un maestro botero, un guarnicionero, un herrero, y numerosos oficiales o aprendices de estos menesteres. Para finalizar, el Catastro especifica que, entre la población, hay 25 personas calificadas como “pobres mendigos”.

Si comparamos estos datos con los suministrados por el Censo de Floridablanca de 1787, observaremos algunas diferencias: ha aumentado de forma importante el número de jornaleros y criados a costa del de labradores -sólo 56-, y aparecen nuevas profesiones: cuatro abogados, un dependiente de la Inquisición, un síndico de órdenes religiosas y 22 empleados con sueldo del Rey dedicados a oficios variados (el Censo de Aranda de 1768-69 recoge 17, de los cuales 9 -guardas, maestros y un fiel de la Real Hacienda- constituían el vecindario de las Salinas de Espartinas), para una población total de 1.824 habitantes.




En lo relativo a la organización administrativa, el título de conde de Chinchón permaneció en el linaje original hasta que en 1683 pasó a D. Julio Savelli Fernández-Cabrera, príncipe de Albano y fallecido sin sucesión. Tras un largo pleito lo obtiene el pretendiente italiano duque de Sforza, quién lo vende en 1738 al infante D. Felipe de Borbón y Farnesio, hijo de Felipe V; éste, años más tarde, en 1761, lo cede a su hermano menor, D Luis Antonio Jaime de Borbón. Por tanto, Ciempozuelos continúa siendo una villa de señorío, que, aunque territorialmente estaba incluida en la provincia o intendencia de Segovia, en lo religioso dependía del Arzobispado de Toledo, perteneciendo a la Vicaría General de la misma ciudad y al Arciprestazgo de Madrid. Dos de las instituciones más relevantes del pueblo eran el convento de religiosos de San Francisco, en la Avenida de la V. M. Antonia María de la Misericordia nº 20 -actual sede de la Hermanas Oblatas-, ocupado, según el Censo de Floridablanca, por trece profesores, tres legos y un donado, y el convento de monjas de Santa Clara, en la Calle de Jerónimo del Moral nº 21, que acogía a diecinueve religiosas y, como dato anecdótico, poseía uno de los cuatro mesones de Ciempozuelos. Además, la parroquia de Santa María Magdalena tenía como anejo la iglesia de San Juan Bautista en las Salinas de Espartinas, existiendo otra ermita en las afueras de la villa -hoy ya integrada en el casco urbano- consagrada a Nuestra Señora del Consuelo.

A pesar de permanecer bajo la jurisdicción del Estado de Chichón, la localidad tuvo desde el pasado corregidor propio y el gobierno municipal, formado por alcalde, regidores, escribano, etc., era nombrado por el señor entre las propuestas que le hacía previamente el vecindario. Entre los bienes que pertenecían al Concejo podemos citar tierras de cultivo, superficies de los sotos del Parral, de la Peña de San Juan y alrededores (la corta de leña, la caza y el arrendamiento para la pesca de determinados enclaves del río Jarama proporcionaban importantes beneficios a las arcas municipales), la Casa del Ayuntamiento, la carnicería dónde se ubicaba también el pósito, la abacería, la taberna y la pastelería. Otro edificio significativo de Ciempozuelos era el Hospital de Nuestra Señora de la Concepción, llamado popularmente “el Hospitalillo”, situado en el solar actualmente ocupado por el Centro Cívico-Cultural, en la calle de la Virgen 9 c/v calle Peñuelas, y que, además de prestar una mínima asistencia sanitaria (estaba al cuidado de un presbítero y un sirviente, pero sólo había cuatro enfermos internados en él según datos del Censo de Floridablanca), tenía una Cátedra de Gramática Aneja.

Entre los acontecimientos más reseñables en este siglo XVIII podemos destacar la Guerra de Sucesión, en cuyo transcurso Ciempozuelos, como otras localidades, sufrió los desmanes de las tropas del archiduque Carlos de Austria, que profanaron la ermita de San Juan Bautista en Espartinas. El propio Felipe V se hospedó en 1706, durante el conflicto, en la llamada Casa de la Cadena, situada en la calle de los Frailes (donde, por otra parte, existieron construcciones importantes como las casas de la Indiana o la del Príncipe Pío); el edificio, ya desaparecido, tenía en su fachada principal el escudo real, tallado en granito, con las armas nacionales y la flor de lis, así como dos gruesos pilares de piedra a ambos lados de la puerta. Años más tarde, en 1710, será el archiduque de Austria -futuro rey Carlos III- quién establezca su campamento en Ciempozuelos, donde dicta un decreto con fecha 11 de noviembre. Por último, el 14 de julio de 1717, festividad de San Buenaventura, nace en nuestra localidad y es bautizado en la iglesia parroquial el célebre arquitecto Ventura Rodríguez, que con el paso del tiempo llegaría a ser director de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.


El siglo XIX comienza con la invasión napoleónica y la posterior Guerra de la Independencia, durante la cual Ciempozuelos sufre importantes daños. Años después, en 1811, las Cortes de Cádiz decretan la abolición de los señoríos, poniendo fin de esta forma al dominio que los condes de Chinchón habían ejercido sobre la villa durante más de tres siglos, mientras que ya en 1833, la nueva división territorial del país supone la integración de la localidad en la provincia de Madrid, dentro del partido judicial de Getafe.

Otros sucesos destacables en esta época fueron las desamortizaciones eclesiástica y civil. La primera, decretada en 1836, no afectó en demasía al municipio: se vendieron 16 fincas -8 del clero regular y 8 del secular- y 4 casas, pero, mientras el convento de monjas de Santa Clara continuó ocupado por sus moradoras, el de religiosos de San Francisco fue vendido a particulares. La desamortización civil o de propios provocó, por su parte, que un reducido número de compradores acaparase la mayoría de los lotes subastados; entre ellos destacaban dos sotos de 53 y 75 ha. situados en El Parral, con abundante arbolado, pasto y caza.

El nuevo siglo trae consigo la publicación de numerosos diccionarios geográficos que van a ser una valiosa fuente de información sobre demografía y aspectos socio-económicos de los pueblos de nuestra Comunidad. El de Sebastián de Miñano de 1826 nos da una población para Ciempozuelos de 2.094 habitantes, que en 1848 habían descendido a 2.060 (datos de Madoz), alcanzándose los 2.483 en 1889 (Marín Pérez). Las actividades económicas eran prácticamente las mismas que en el siglo pasado: se cultivaban cereales -sobre todo cebada-, viñas, olivos, judías, patatas -de las que se obtenían buenas cosechas-, cebollas, pimientos encarnados, alcachofas, pepinos, melones -vendidos en el mercado de Las Vistillas de Madrid-, sandías, higos, etc..., y la ganadería contaba básicamente con cabañas de lanar, vacuno y equino.

En cuanto a la industria, existían fábricas de salitre (una de ellas, abandonada ya a principios de siglo, pertenecía a la Real Hacienda), y seguían explotándose las famosas Salinas de Espartinas que surtían a los depósitos de Aranjuez, Toledo, San Martín de Valdeiglesias y Madrid. La relación de fincas rústicas desamortizadas en el término municipal -las Salinas habían sido adjudicadas a un particular en 1871 por 141.000 pesetas- nos van a proporcionar información detallada de sus instalaciones: el agua mineral se obtenía de un manantial que nacía al pie de las colinas y era conducida por un canal de madera que discurría a través de una galería construida a base de mampostería y fábrica de ladrillo. Se vertía a continuación en un enorme depósito o recocedero de 819 m3 de capacidad, llamado de San Miguel, con fondo de greda y paredes de este mismo material y entramado de madres, y desde aquí era distribuida a 18 albercas o vasos de cristalización -también de greda y esteras-, para desaguar finalmente, por medio de compuertas, en acequias de limpieza que vertían en un arroyo. En las más de 17 ha. que ocupaban las Salinas se levantaban edificios como la fábrica, con un patio central de 2.500 m2 alrededor del cual se disponían las dependencias; la ya mencionada ermita, cuyos muros de mampostería sustentaban una armadura de par e hilera; las casas del comandante, administrador, pesador y cabo, con patio-corral, cuadras, pajar, cueva, gallineros, cámara y habitaciones; los dos almacenes, que podían contener más de 60.000 quintales de sal y se construyeron con mampostería reforzada por machones en talud (el mayor estaba equipado con un andén de carga-descarga y poseía una buena armadura sostenida por nueve pies derechos); amén de las consabidas habitaciones de los dependientes, establos, almacenes de herramientas, etc...


También Emilio Muñoz en su obra “Ciempozuelos”, publicada en 1891, se va a hacer eco de la explotación de las Salinas y señala al respecto que se recogían 12.000 quintales de sal en los más de 20 vasos que estaban en funcionamiento, siendo también abundante la thenardita (SO4 Na2), nuevo mineral descubierto a principios de siglo en el lugar; además, los dos caseríos inmediatos, con sus correspondientes viviendas y dependencias auxiliares, constituían ya una importante colonia agrícola. Madoz, por su parte, reseña un molino harinero, llamado antaño de Matalobos y ahora del Rey, situado en el límite de la jurisdicción con San Martín de la Vega, mientras que, al finalizar el siglo, Marín Pérez nos habla de la elaboración de sosa y de la explotación de las minas de sal de Glauber, por las que la localidad era conocida. Muñoz, dos años después que Marín Pérez, aclara al respecto que se habían abandonado las minas denominadas Consuelo, Amparo y Protectora, situadas en la margen izquierda del Jarama -existía otro yacimiento en las Salinas de Espartinas-, desapareciendo también la fábrica de sales de sosa La Alcalina, de la cual quedaban las ruinas al pie del manicomio masculino, y una fábrica de jabones; pero, como contrapartida, menciona cuatro hornos de yeso, seis tahonas y una confitería con fábrica de gaseosas y cerrería.

Todos los cronistas de la época coinciden en la descripción que hacen de Ciempozuelos, por lo que deducimos que, hasta la fundación de los hospitales psiquiátricos, las variaciones en la morfología urbana debieron de ser mínimas. Miñano destaca como construcciones más significativas la parroquia, los conventos, el hospital, el pósito, un establecimiento del Real Patrimonio vinculado a la acequia del Jarama -en 1795 se unificó su gobierno con el del Real Sitio de Aranjuez, aunque la contaduría y tesorería, separadas, se encontraban en Ciempozuelos-, la fuente para el ganado y tres ermitas: además de las ya conocidas y consagradas a San Juan Bautista y a Nuestra Señora del Consuelo, en el inicio del camino de Valdemoro -actual calle Jerónimo del Moral- se levantaba la ermita de la Soledad. Cuyas imágenes formaban parte de la vistosa procesión del Viernes Santo, y de la que Madoz dice que “nada ofrece de particular”; quizás por esta razón fue sustituida desgraciadamente hace unos años por una moderna edificación.

El mismo cronista añade a la lista de Miñano el ayuntamiento, dos escuelas y la plaza Mayor, contabilizando un total de 300 casas, mientras que Marín Pérez aumenta el caserío hasta 480 edificios y nos habla ya del asilo de Nuestra Señora del Consuelo, fundado en 1864 con el objeto de “recibir a todas las pecadoras arrepentidas, cualquiera que sea su país, edad y condición que, por sus circunstancias excepcionales, no pudieran ser admitidas en otros establecimientos”; la institución estaba a cargo de la conocida comunidad de Oblatas del Santísimo Redentor, que, como sabemos, había ocupado el edificio del antiguo convento de Franciscanos. También menciona Marín Pérez dos posadas, cinco escuelas (dos de niños, dos de niñas y una de adultos), y por supuesto, los dos manicomios, uno para cada sexo, fundados por el recientemente canonizado San Benito Menni, hermano hospitalario de la Orden de San Juan de Dios.

El manicomio masculino abría sus puertas en 1877, ubicándose inicialmente en una finca situada en el extremo oriental del pueblo, próxima a la estación de ferrocarril y colindante por el norte con la carretera de Chichón, y sus edificaciones, en forma de T, se disponían en continuidad formando un conjunto de patios regulares ajardinados. Más tarde, a medida que aumentan las necesidades, el hospital adquiere nuevos terrenos (fundamentalmente el norte de los primitivos, separados de éstos por la carretera), dando lugar a un enorme recinto, cercado por tapias, en el que se sustituyen las antiguas construcciones por pabellones aislados y se levanta un gran número de dependencias auxiliares -molinos, lagar, graneros, vaquería, talleres, huerta, etc...- que posibilitan su funcionamiento como entidad autónoma, a modo de pequeña ciudad dentro del casco de Ciempozuelos.

En cuanto al manicomio femenino, su fundación más tardía -1881- y el hecho de que no estuviesen sus dependencias explican que tanto Marín Pérez como Muñoz sean mucho más escuetos en sus descripciones. Se situó en el borde sureste del núcleo de población, ocupando una superficie menor que la del hospital masculino, y limitaba al norte con la calle de la Virgen y al sur con el barrio de cuevas del Prado. La organización constructiva era la ya conocida a base de pabellones yuxtapuestos configurando patios más pequeños que los del manicomio de hombres y, aunque Marín Pérez relata que existían dependencias generales y una huerta, Muñoz, en 1891, nos aclara que no había ninguna de estas instalaciones. Tanto la administración como la asistencia personal a las enfermas y la limpieza de los edificios estaba encomendada a las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús, mientras que de la farmacia se encargaban los funcionarios del hospital masculino; además, tal y como sucedía en éste, buena parte de los pacientes estaban pensionados por la Diputación Provincial.

Respecto al capítulo de infraestructuras, Ciempozuelos, a pesar del origen de su nombre, había tenido siempre dificultades para abastecerse de agua potable y, según relata Miñano a principios de siglo, sólo disponía de la que le proporcionaba el río Jarama. Posteriormente se surtió mediante cubas transportadas desde el vecino término de Valdemoro y, por los datos proporcionados por Muñoz, sabemos que el agua no llegó definitivamente al pueblo -procedente esta vez del paraje llamado La Ontanilla, en Torrejón de Velasco- hasta el 13 de marzo de 1890. Como consecuencia de ello, el lavadero público y el abrevadero de ganado, situados a espaldas de la manzana sur de la plaza Mayor y cuyas condiciones higiénicas -en parte por la proximidad del antiguo matadero instalado en el pósito- dejaban mucho que desear, fueron trasladados el mismo año 1890 al este de la iglesia, donde se construyó un tercer pilón para el lavado de la ropa con jabón. Más tarde se procederá a la remodelación de la antigua plaza de la Iglesia, para lo cual se derriban la vivienda y los corrales situados en su frente oriental, de manera que el nuevo recinto, rebautizado como plaza de Ventura Rodríguez, pueda acoger la fuente de aguas potables que, coronada por la estatua del arquitecto y fechada en 1898, existe actualmente. El monumento, cuyo autor fue J. Lluch, lleva en su pedestal cuatro lápidas que rememoran algunas de las obras proyectadas por el arquitecto en la capital: las fuentes de Cibeles, Neptuno y las Cuatro Estaciones, y la iglesia de San Marcos.

El alumbrado, por su parte, llegó a Ciempozuelos en septiembre de 1889, mientras que, en lo relativo a comunicaciones, el panorama descrito por Madoz a mediados de siglo no es demasiado halagüeño: nos indica que los caminos que se dirigen a las localidades limítrofes están en mal estado de conservación, reseñando como vía más importante la carretera general de Madrid a Andalucía, que pasa a ¼ de legua del pueblo. En ella existían un ventorrillo con una pequeña habitación, y la casa de postas, constituida en su mayor parte por cuadras para los tiros de diligencias. Muñoz, años después es más explícito en su crónica y de ella deducimos que se han producido algunas mejoras: en 1881 se efectuó la recepción oficial de la carretera de tercer orden, estatal, que comunicaba Ciempozuelos con Titulcia y Chinchón; además, la provincial nº 7, también de tercer orden, enlazaba con la general de Andalucía, figurando así mismo en el plan de carreteras la nº 36 que, desde la Cuesta de la Reina y en dirección sur-norte, debía llegar a San Martín de la Vega.

A pesar de ello, el acontecimiento más relevante del siglo en materia de comunicaciones fue, sin duda, la construcción de la vía férrea Madrid-Aranjuez. Los primeros pasos al respecto los había dado ya el marqués viudo de Pontejos en 1829, realizándose estudios y reconocimientos del terreno que se materializaron en un proyecto de 1830, pero problemas de financiación hicieron fracasar sus intentos; más tarde, en 1844, D. Pedro de Lara obtuvo una primera concesión para una línea Madrid-Aranjuez que se pretendía prolongar hasta Alicante y caducó así mismo por falta de capital para ponerla en marcha. En este momento, surge la figura del marqués de Salamanca, quién obtiene una nueva concesión el 6 de abril de 1845 y constituye una sociedad anónima en la que la participación extranjera es importante. Salamanca contrata al ingeniero D. Pedro Miranda, que será auxiliado por los ingleses hermanos Green en el proyecto final, y el 4 de mayo de 1846 comienzan las obras. Aunque de los 25 obreros que inician la explanación se pasa en poco tiempo a casi 6.000, dificultades de todo tipo hacen que los trabajos se paralicen a finales de 1847, exiliándose el marqués en junio del año siguiente, y no será hasta su regreso a España, en 1849, cuando se reanuden las obras, que cuentan ahora con un nuevo ingeniero, el francés Eugène Flachat. En 1850 se concluían éstas, efectuándose un viaje de prueba, precisamente hasta Ciempozuelos, que fue todo un éxito, y el 9 de febrero de 1851 la reina Isabel II y el gobierno en pleno, presidido por Bravo Murillo, realizaron, por fin, el viaje inaugural de ida y vuelta, con lo cual se ponía en funcionamiento el que iba a ser el primer ferrocarril de nuestra provincia. Es evidente que para todas las localidades del trayecto el nuevo medio de transporte iba a suponer el comienzo de una serie de transformaciones socioeconómicas de alcance inimaginable: basta con señalar que en el itinerario Madrid-Ciempozuelos realizado en diligencia se invertían alrededor de cinco horas de viaje, mientras que los tres trenes diarios que salían de Atocha, con capacidad de hasta 690 personas, empleaban unos cincuenta minutos.


Todas las descripciones más o menos pormenorizadas de la localidad efectuadas por los cronistas del siglo XIX se corresponden con el plano realizado hacia 1860-70 por la Junta General de Estadística con objeto de editar una Topografía Catastral de España. En él, se nos muestra el núcleo de población organizado en manzanas, con la parcelación interior de éstas y los nombres de las calles, así como las fincas rústicas numeradas con la indicación de los distintos tipos de cultivo. Desde la estación de ferrocarril, emplazada en el extremo oriental del pueblo y alejada del centro, parten dos vías más o menos paralelas que conducen a las plazas de Ciempozuelos: el camino Nuevo -más tarde carretera de Chinchón y actualmente avenida de San Juan de Dios-, en dirección a la plaza Mayor, y el paseo de la Estación, que, bordeado de acacias, nos llevaba a la plaza de la Iglesia o de Ventura Rodríguez. Al sur del paseo de la Estación y hasta el arroyo de San Cosme se extendía una amplia superficie de terreno destinada a huertas y tierras de cultivo, y próximo a ellas, junto al Cordel de las Merinas, encontramos el Cebadero, de grandes dimensiones. La plaza Mayor o de la Constitución era lógicamente el nudo del que partían las vías más importantes, entre las que destacaba la calle Grande -hoy Jerónimo del Moral-, auténtica espina dorsal del pueblo donde, además de los edificios ya conocidos, se levantaban, según nos informa años después Muñoz, las escuelas de niños del distrito Norte (Soledad) y el matadero municipal, y cuya prolongación hacia el norte era el conocido camino de Valdemoro. A la derecha de éste y ya separado del casco urbano se localiza el minúsculo barrio de las Cuevas de la Barrera, junto al que existían unas canteras de piedra, mientras que volviendo a la plaza y en dirección oeste nacían la calle del Marqués (la duquesa viuda de Santoña poseía allí una casa de labor con bodega, graneros, pajares y caballerizas) y la calle de la Pastelería, en cuyo último tercio, de acuerdo con los datos del mismo Muñoz, había una fuente de cuatro caños dorados. Hacia el sur y siempre desde la plaza Mayor encontramos la calle del Príncipe, que nos conducía al segundo barrio de viviendas con que contaba Ciempozuelos: el de las Cuevas del Prado (en 1887 el número total de cuevas rondaba las cien).

La plaza de Ventura Rodríguez no tenía todavía el trazado actual, pero de ella partía en dirección poniente la calle de San Sebastián, en la que, según Muñoz, se concentraban los mejores edificios del pueblo, “de dos pisos la inmensa mayoría, en correcta alineación, con variado balconaje”. Entre ellos destacaban la escuela de niñas, adquirida por el municipio en 1881, “con magnífica puerta de entrada y soberbio balcón sobre ella”, y el desaparecido Teatro Ventura Rodríguez, sede de la Sociedad Dramática e inaugurado el 1 de enero de 1891 con 300 localidades, “bonita embocadura (...), un caprichoso y bien pintado telón de boca, y varias decoraciones al temple”.

Otras vías importantes que aparecen en el plano de la Junta General de Estadística son la calle de la Virgen, paralela y en su último tramo, cerca ya de la ermita de Nuestra Señora del Consuelo, concluyente con la calle de San Sebastián, y la calle de las Peñuelas, en dirección NO-SE desde la plaza Ventura Rodríguez, donde encontramos el ya conocido hospital de la Purísima Concepción, del que Muñoz destaca sus “varias salas para cirugía y medicina (...); abundantes y bien acondicionadas camas; médico, medicinas y alimentos para los pobres enfermos”. Por la reseña del cronista deducimos que su situación había mejorado en los últimos años, ya que estaba subvencionado por el Ayuntamiento y el vecindario contribuía en su mantenimiento con suscripciones, rifas, donativos, etc... Cerca del hospital se hallaba la también desaparecida casa-escuela de niños del distrito del Sur (Consuelo), con el escudo episcopal sobre la puerta por ser un legado del obispo D. Manuel Artalejo.

Esta trama urbana, jerarquizada y organizada radialmente desde las dos plazas del pueblo, se ve acompañada de calles secundarias y fondos de saco en los que se encuentran las entradas de cuadras, corrales y demás dependencias agropecuarias, imprescindibles para el desarrollo económico del lugar. Además, había bastantes huertas e higueras hacia el sur, y rodeaban el casco por esta misma orientación y por el oeste numerosas eras, muy concurridas en verano por los trilladores, mientras que los caminos que partían del pueblo nos llevaban a las fincas de cultivo y uno de ellos, por poniente, hasta unas canteras cercanas. Recordemos que en el término municipal se podían localizar importantes caseríos, ya citados por Madoz: los sotos de Gutiérrez y del Parral con sus respectivas casas, donde la caza era abundante, las casas de San Antón o la casa del Conde, antiguo caserío de Atarés y propiedad del conde homónimo.

Si comparamos el plano realizado por la Junta General de Estadística con el elaborado en 1923 por el Instituto Geográfico observaremos importantes novedades. En primer lugar destaca la presencia en la trama de los dos hospitales psiquiátricos establecidos en Ciempozuelos desde finales del siglo anterior: el masculino ocupa una superficie mayor que la del casco urbano y se organiza en varias manzanas; la mayor, en la que, además de los pabellones, existían huertos, jardines y viñas, tenía un perímetro irregular, lindando sus tapias por el este con la vía férrea. El femenino, por su parte, ocupaba otras tres manzanas de superficie similares, perfectamente integradas en el tejido urbano y separadas entre sí por las calles Jardines y Corazón de Jesús, y limitaba al sur con un área más degradada. Colindante con el barrio de las Cuevas del Prado, donde abundaban los vacíos urbanos y las callejuelas tortuosas.

En las afueras del pueblo, junto a la ermita de Nuestra Señora del Consuelo, de la cual toma el nombre, encontramos un nuevo conjunto de cuevas -por tanto, con las de la Barrera, eran ya tres los asentamientos de este tipo-, mientras que al norte, una vez finalizada la calle Jerónimo del Moral, comenzaba el paseo arbolado que nos conducía al cementerio. El antiguo, junto a la iglesia, era de reducido tamaño y el gobernador civil de la provincia, al visitar Ciempozuelos en 1885 con motivo de la epidemia de cólera, ordenó su inmediata clausura. En principio se encargó el Ayuntamiento de elaborar el proyecto y convocar la pertinente subasta, pero finalmente fue la parroquia quien llevó a cabo su construcción en un enclave situado a unos 400 m. del borde urbano, inaugurándose en 1891. Su perímetro es irregular y adosados al muro norte encontramos un conjunto de edificaciones y áreas diferenciadas, como la capilla de las Oblatas, el panteón de la familia Artalejo, fechado en 1893, o los recintos de enterramiento para las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús y para los Hermanos de San Juan de Dios, separados por la llamada capilla de los frailes. El cementerio tiene también algún panteón interesante, así como un curioso monumento a los Caídos, de forma cúbica y formado por ocho piezas de hormigón visto separadas superficialmente por bandas de terrazo más oscuras. Más tarde, adosado al norte, se construyó un segundo camposanto, propiedad de la Orden de San Juan de Dios y reservado para los religiosos y enfermos del hospital.

Para finalizar este repaso al plano de 1923 podemos reseñar la aparición de las primeras viviendas situadas frente a la vía férrea, así como una nueva estación, al otro lado de la de viajeros, propiedad de la Sociedad Azucarera de La Poveda. El tren, de vía estrecha (0,60 m.), unía Ciempozuelos con la fábrica, situada a 22 km. en el término municipal de Arganda, y transportaba en los pequeños vagones tirados por una máquina de carbón la remolacha procedente de las vegas de nuestro pueblo y de los vecinos Seseña y Añover de Tajo. La concesión había sido otorgada en 1908 por un plazo de 99 años y el ferrocarril recogía también la barrilla producida en Ciempozuelos necesaria para limpiar las instalaciones de la fábrica La Poveda.

Los datos de población que nos proporciona Ortega Rubio correspondientes al censo de 1910 dan una idea de la relevancia que tenían ya los dos hospitales psiquiátricos y el asilo en el municipio: de los 5.271 habitantes registrados, sólo 3.631 lo eran de derecho, A pesar de ello, el incremento demográfico respecto a las cifras del siglo pasado había sido notorio, en buena parte gracias a la llegada del ferrocarril, que aumentó notablemente la riqueza del lugar (Ortega Rubio dice al respecto que era uno de los pueblos mejor administrados de la provincia, habiendo entrado “en un período de verdadero progreso”).

La vega del Jarama proporcionaba los recursos económicos habituales y, pese a que las últimas décadas del siglo XIX son de poca actividad en las obras del canal, en 1910 se acometerá por fin su prolongación a partir del entronque con la acequia de la Media Luna y siguiendo el trazado original que se había abandonado en el pasado. En años sucesivos se van completando distintos tramos, a la vez que se procede a la reparación y revestimiento de los ya existentes -para salvar el paso en la zona de sumideros hubo que construir finalmente un acueducto formado por secciones de hormigón en U-, con objeto de llevar el riego hasta tierras toledanas, tal y como preveía el proyecto primitivo. De las edificaciones antiguas todavía se conservan en el término de Ciempozuelos algunas casas de guardas -con sus muros encalados y refuerzos de ladrillo en esquinas y huecos-, así como tramos de la propia acequia donde la fábrica de ladrillo vista se ve interrumpida, aproximadamente cada 20 metros, por cadenas de mampostería.

Durante la Guerra Civil Ciempozuelos permanece bajo dominio republicano hasta que el 6 de febrero de 1937, en plena batalla del Jarama, cae en manos del ejército nacional. Los combates se sucedieron en la zona hasta el día 25 -el cercano cerro del Pingarrón, que dominaba la carretera de San Martín de la Vega a Morata de Tajuña, fue uno de los objetivos más codiciados- y como al finalizar la batalla ninguno de los dos bandos había logrado sus objetivos, el pueblo permaneció prácticamente en línea de fuego hasta el fin de la guerra. Además de las pérdidas humanas, las materiales también fueron cuantiosas: edificios como la iglesia parroquial o el convento de Clarisas sufrieron importantes daños y el censo de 1940 -5.300 habitantes- refleja un ligero descenso en la población respecto a años pasados. Pero esta situación fue transitoria ya que las décadas siguientes van a suponer una época de importante desarrollo económico y urbano, con un crecimiento generalizado hasta mediados de los años 60. Hacia el norte el caserío se extendió por ejes ya consolidados en el pasado -calles Jerónimo del Moral y Amargura (hoy Santa Clara)- o teniendo como límite nuevos viarios -calle Colegiata- que definían un perímetro urbano anguloso e irregular. Por el oeste, sin embargo, encontramos algunas actuaciones planificadas en la posguerra, como el grupo de 50 viviendas unifamiliares José Antonio, que dieron lugar a un borde bien delimitado en dirección norte-sur: la calle de las Estrellas. Para finalizar, en el sur el crecimiento se materializó a espaldas de las cuevas del Prado, con manzanas muy alargadas y de poco fondo que llegan a las calles Palomero, Amapola o Margarita, a la vez que se colmataba el destartalado entramado urbano -calles del Dr. Andrajo, Pintor, San Pedro...- situado junto al hospital femenino. Este desarrollo más o menos anular se veía frenado en el sector oriental por la presencia del hospital masculino, las huertas situadas al sur de éste y, por supuesto, la vía férrea.

Todo el crecimiento urbano descrito anteriormente tiene su reflejo, como es lógico, en el censo de población que nos proporciona el Diccionario Geográfico de España: 9.003 habitantes en septiembre de 1958, entre los que se incluyen nada menos que 3.713 personas recluidas en los manicomios y en el asilo de Oblatas. La misma fuente reseña que, en compacto, había 651 edificios destinados a vivienda, 48 a otros usos y 313 chozos, detectándose importantes mejoras desde 1940: las calles estaban pavimentadas y con red de alcantarillado, había sido ampliado el alumbrado público y se habían construido algunas viviendas protegidas así como un grupo escolar (el existente en el Parque del Pilar, junto a la iglesia). Aceña y Muro, autores de la “Geografía Médica de Ciempozuelos” publicada en 1953, nos proporcionan más datos al respecto: la citada escuela -había otras cinco más- se estaba levantando en esas fechas en el mismo lugar que antes ocuparon el lavadero y el abrevadero municipales, por lo que éste había sido sustituido por uno nuevo (no así el lavadero).

El abastecimiento de aguas se efectuaba desde Griñón -a partir de 1926- y Valdemoro, y en el pueblo se contabilizaban hasta cinco fuentes de las que se surtían sus habitantes, puesto que sólo un reducido número de casas contaba con agua corriente. Por lo general en casi todas las viviendas había pozos de aguas salitrosas, sólo empleadas en los trabajos domésticos, y los ya conocidos manantiales de Buzanca seguían proporcionando el líquido elemento a los servicios sanitarios del manicomio masculino.

La misma “Geografía Médica” cita como construcciones importantes, además de las ya conocidas, el Ayuntamiento con su torre del reloj, dos cinematógrafos habilitados como salas de fiestas, la Casa-Cuartel de la Guardia Civil, el edificio de Correos y Telégrafos, y el de Teléfonos. De la vieja clínica-hospital de Nuestra Señora de la Concepción se nos dice que pertenecía a la Diputación Provincial, resultando ya insuficiente para Ciempozuelos, que necesitaba por esas fechas un hospital más amplio y con servicios más completos.


En lo relativo a actividades económicas, la agricultura continúa desempeñando un papel fundamental. La propiedad de las tierras estaba bastante repartida y en las 1.484 ha. de regadío -superficie similar a la existente a finales del siglo XIX-, aparte de los productos tradicionales, encontramos otros como el maíz, los espárragos o la remolacha, que se destina íntegramente a la fábrica de azúcar de La Poveda; además, a principios de los 50, se inició una campaña para incrementar la producción de fruta. El Diccionario Geográfico menciona las consabidas cabañas ganaderas y cinco granjas avícolas, mientras que, en el capítulo destinado a minería, destacan las antiquísimas Salinas de Espartinas: dos largas galerías, llamadas Mina Grande y Mina Chica, penetraban en la formación yesosa de la montaña y mediante toscos canales de madera, tal y como se hacía en el pasado, el agua era conducida a las doce balsas de evaporación, obteniéndose unos 30 o 40 vagones de sal común y 15 de sulfato sódico, datos éstos proporcionados por la “Geografía Médica de Ciempozuelos”.




También se explotaban unas canteras de arena y grava en la ribera del Jarama, junto a la carretera de Titulcia, así como otras de yeso, a unos 800 m. al sur del pueblo, razón por la cual funcionaba una pequeña fábrica de este material con un horno y un molino accionados por motor eléctrico (el Diccionario Geográfico, cuatro años después, habla ya de dos fábricas). El resto de establecimientos industriales lo formaban una tenería para el curtido de pieles, varios molinos de aceite y harina, una fábrica de hielo llamada “El Polo Norte”, otras de vinos, aguardientes y alcoholes, dos de gaseosas, una de quesos -al sur del casco urbano-, una de losetas y tubos de cemento -Fábrega-, otra de tejas y ladrillo, y para finalizar, las dos de mayor entidad: COCSA, que fabricaba piensos compuestos y está situada frente a la estación ferrocarril, y la desaparecida “Sociedad Anónima Maltería de Nuestra Señora de los Ángeles”, en la calle Doctor Rivas, cuya producción (60.000 kg. diarios de malta) se enviaba a Madrid a la fábrica de cervezas “El Águila” y a la de dietéticas infantiles “Max”. En ella trabajaban además del equipo directivo y el personal administrativo, 45 obreros, y disponía de talleres propios de carpintería y mecánica para reparar la maquinaria en uso.

Este tímido proceso industrializador iniciado en Ciempozuelos en los años 50 va a tener continuación en las décadas siguientes, gracias a su favorable situación geográfica y a las buenas comunicaciones con la capital. Hasta finales de los años 70 surgirán nuevos asentamientos en las proximidades del casco urbano -frente a la colonia de San Benito se instaló la fábrica de pan Pancisa, y al NO, apoyado por la carretera M-404, encontramos el polígono industrial “Los Huertecillos”, sede de la ya citada Fábrega y de la granja Dos Torres, que tras ser vendida fabricó bolsos-, mientras que junto a la carretera de Andalucía, a lo largo de los dos kilómetros escasos que discurren por el término, se construyen una fábrica de yesos y escayolas, una granja de cerdos, almacenes de tejidos, etc...

Paralelamente se produce, como es lógico, un nuevo crecimiento del caserío, que tendrá en el sector oeste -barrio de Belén- su mejor exponente, aunque también encontramos otros ejemplos al norte, como las viviendas unifamiliares del barrio de la Soledad (nueve de ellas se reservarán para maestros) o la colonia de San Benito (para los trabajadores de Fábrega). Es la época del suelo barato, el despegue de las viviendas en bloque y la continua aparición de promociones como Covalsa, Muro S.A., Burgos, Residencial Nilo, Ontasa, etc..., aunque al mismo tiempo subsisten tipologías propias del pasado: a principios de los 80 todavía se contabilizaban más de 70 cuevas.

Todo ello ha hecho de Ciempozuelos uno más de los municipios que componen el cinturón industrial del sur de Madrid, a la vez que una ciudad-dormitorio que se beneficia de su cercanía a la capital y ha visto cómo su población seguía aumentando durante los últimos años.

Así mismo, en el medio rural también han sido numerosas las transformaciones. Aunque el sector primario acusa una fuerte tendencia a la baja, todavía existen importantes instalaciones agropecuarias, fundamentalmente en las grandes fincas históricas situadas en la vega del Jarama (algunas de ellas, como el Soto Gutiérrez, crían todavía reses bravas). Yacimientos antaño importantísimos como el de Salinas de Espartinas, han sido definitivamente abandonados, desapareciendo con ellas los caseríos y la antigua ermita de San Juan Bautista. Por su parte, la fábrica de azúcar de La Poveda se mantuvo en funcionamiento hasta la campaña 1971-72 y al cerrar sus instalaciones, dejó de circular el ferrocarril de vía estrecha, derribándose la estación años después.

Respecto al sector terciario, es actualmente el mayoritario, proporcionando trabajo a un 61,7% de la población activa, aunque, siguiendo la tendencia general, conforme aumenta el número de establecimientos, disminuye progresivamente el de empleos. También es significativo el campo de la construcción, por la alta demanda de viviendas -en un gran porcentaje unifamiliares- experimentada los últimos años.

El instrumento de planeamiento vigente en Ciempozuelos son las Normas Subsidiarias. El modelo de ordenación no ha variado sustancialmente con relación al diseñado por el anterior planeamiento y así, en lo relativo a accesibilidad, plantea descongestionar la malla viaria mediante un cinturón de ronda que sirva de complemento a la variante de la M-404, ejecutada durante el período de vigencia de las últimas normas para evitar el tránsito de vehículos en el interior del casco. Por otra parte se pretende potenciar el uso de ferrocarril, razón por la cual se ha construido recientemente un nuevo aparcamiento en la estación de cercanías, que ha visto cómo aumentaba casi un 40% el número de viajeros entre 1994 y 1998.

El suelo industrial se situará fuera del cinturón de ronda para evitar conflictos con las áreas residenciales, apoyándose en la carretera M-404 y en las infraestructuras ya presentes al NO, en el actual polígono, de forma que el suelo vacante ofertado por las Normas superará al ocupado por las industrias ya en funcionamiento. Además, en la carretera de Andalucía se ha reservado una superficie de otras 2.000 ha. para crear en el futuro un parque empresarial que incluirá zonas industriales y de ocio.

El crecimiento del suelo residencial se planifica mayoritariamente en el interior de la ronda, en los bordes sur y oeste, buscando la deseable continuidad con la red viaria existente, a la vez que se conserva la trama del casco antiguo y se promueven algunas operaciones de reforma interior encaminadas a modificar alineaciones, permeabilizar manzanas de excesivo tamaño para obtener espacios públicos o renovar edificaciones inadecuadas

También se presta especial atención a las dotaciones, con propuestas ya materializadas como la Ciudad Deportiva, en el camino de la Cuesta, al sur del casco, donde se han edificado el nuevo pabellón cubierto, pistas polideportivas, campos de fútbol y piscinas; la residencia de ancianos “Casa Quinta”, junto al hospital psiquiátrico, y el mencionado aparcamiento de la estación de ferrocarril. Esta política no es sino continuación de la emprendida en décadas anteriores con objeto de subsanar el déficit de equipamientos que caracterizaba a Ciempozuelos: en los últimos años se construyeron, entre otros, el nuevo Ayuntamiento, el Centro parroquial, colegios de educación infantil y primaria, el instituto Juan Carlos I, la Casa de la Cultura, el Centro de Salud, la Sala Multifuncional o, a nivel ya comarcal, la estación depuradora del Soto Gutiérrez. Además, espacios urbanos de cierta importancia fueron remodelados: en la plaza de Ventura Rodríguez, por ejemplo, la nueva ordenación realizada en 1987 redefinió los trazados, manteniendo elementos valiosos como el arbolado y el monumento-fuente que se erige en auténtico hito o referencia espacial. Otro ejemplo mucho más reciente es el Parque de San Juan de Dios -enclavado entre la avenida homónima y el paseo de la Estación, y antaño propiedad del hospital masculino- que conserva su masa arbórea y se estructura en plataformas a diferente nivel, recuperándose también un antiguo kiosco rodeado de un auditorio.

Para finalizar, las Normas Subsidiarias son conscientes de la pervivencia de actividades agrarias tradicionales -hasta hace pocos años base de la economía local- necesitadas actualmente de apoyo y revitalización, por lo que han mantenido el carácter especialmente protegido del suelo no urbanizable que forma la vega del Jarama en el término municipal, alcanzando también esta protección a vías pecuarias, descansaderos, caminos rurales y enclaves con importante patrimonio arqueológico. Complemento indispensable de las Normas es la Ley del Parque Regional del Sureste, aprobada por la Asamblea de Madrid en 1994, que, a pesar del escaso desarrollo de su Plan de Ordenación de Recursos Naturales, debería ser la herramienta legal que vele por la integridad de los espacios de valor medioambiental existentes en Ciempozuelos.

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